“Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor” (Sal. 117, 1)
Hermanas y hermanos:
¡FELICES PASCUAS!
La persona de nuestro Señor Jesucristo es el centro y esencia de nuestra
vida cristiana. A Él alabamos, bendecimos y damos gracias especialmente
en estos días santos. El misterio de su muerte y resurrección abrazan
nuestra vida entera. Más que nunca en estos días suena fuerte la
exclamación de cada Misa: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ¡Ven Señor Jesús!”.
Toda la Cuaresma ha sido una preparación para renovar nuestro encuentro
con Jesucristo, o al menos, para tomar una decisión de dejarnos
encontrar por Él (cfr. EG 3). Hemos descubierto que Dios no se cansa de
perdonar, más bien descubrimos que somos nosotros los que nos cansamos
de acudir a su misericordia. Por eso, en esta Pascua, decimos con el
Salmo: “Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor” (Sal. 117, 1).
Cristo es nuestra esperanza. No tenemos puesta toda nuestra esperanza en
personas o proyectos humanos. Como creyentes nuestra fe y esperanza
están en Dios. En Jesucristo se renueva nuestro amor a la vida, a
nuestro prójimo. La Resurrección de Cristo, que da su vida por los
amigos, da sentido a la cruz que todos llevamos, y nos estimula a ayudar
a los demás para llevar su cruz. Su Espíritu nos anima en la alegría de
servir. Ante las muchas dificultades que vivimos personalmente y como
sociedad, no aflojamos en el compromiso de servir, siguiendo el ejemplo
de Jesús que lava los pies a sus discípulos y nos manda: “Hagan ustedes
lo mismo”.
Decía el beato obispo Oscar Romero: “La Semana Santa es un
llamamiento a seguir las austeridades de Cristo, la única violencia
legítima, la que se hace a sí mismo Cristo y nos invita a hacérnosla a
nosotros mismos: ´el que quiera seguirme, niéguese a sí mismo´,
violéntese a sí mismo, reprima en él los brotes de orgullo, mate en su
alma los brotes de avaricias, de codicias, de soberbias, de orgullo.
Mate eso en su corazón. Esto es lo que hay que matar, ésa es la
violencia que hay que hacer para que allí surja el hombre nuevo, el
único que puede construir una civilización nueva, una civilización del
amor”. “Es necesario, hermanos, derribar tantos ídolos, el del yo ante
todo, para que seamos humildes, y sólo desde la humildad sepamos ser
redentores, sepamos ser colaboradores de la verdadera colaboración que
el mundo necesita. Liberación que se grita contra otros, no es verdadera
liberación. Liberación que procura revoluciones de odios y de
violencias, quitando la vida de los demás o reprimiendo la dignidad de
los otros, no puede ser verdadera libertad. La verdadera libertad es
aquella que se hace violencia a sí misma y, como Cristo, casi
desconociéndose que es soberano, se hace esclavo para servir a los
demás” (19 y 23/03/1978) (Mons. Oscar Romero. “La violencia del amor”. Sal Terrae. Pgs. 55-56).
En este año, en que nuestra diócesis desea “Renovar el servicio”,
mirándolo a Jesucristo muerto y resucitado, nos hacemos cercanos al
dolor de los sufrientes, los más pobres y descartados, los ancianos y
niños más olvidados, los sin techo, sin trabajo; los maltratados y
perseguidos. Compartimos el dolor de las familias que pierden a sus
seres queridos de modo violento, jóvenes vidas truncadas, como Micaela
García, de Entre Rios, o también el policía José Zurita, de Ezpeleta,
ambos con vocación de servicio a la sociedad. Frente a las embestidas
del mal y las injusticias, en todas sus formas, no nos acobardamos, sino
que queremos “vencer al mal a fuerza de bien” (Cfr. Rm. 12, 21), porque
tenemos esperanza.
Queremos “Renovar el servicio”, y nos animan las palabras del beato obispo mártir Oscar Romero: “No
sería Cristo redentor si no se hubiera preocupado de dar de comer a las
muchedumbres que tenían hambre, si no hubiera dado luz a los ojos de
los ciegos, si no hubiera sentido angustia por las muchedumbres
marginadas que no tienen quien los ame, quien los ayude. También la
promoción, también el aspecto político y social le interesa al
cristianismo. No sería completa la redención si no tuviera en cuenta
estos aspectos del Cristo que quiso ser precisamente el ejemplo de un
oprimido bajo un imperio poderoso, bajo una clase dirigente de su pueblo
que lo desplazó en su fama y en su honor, y lo dejó crucificado”.
En esta Pascua saludo y expreso mi agradecimiento a tantas personas que
sirven a los demás con gran generosidad, la mayoría en el silencio y en
el anonimato. Cientos de hermanas y hermanos que se desempeñan en las
diversas áreas de la pastoral.
Agradezco a todos los que han colaborado en la “Campaña de Fraternidad –
Cuaresma 2017”, promovida por Caritas diocesana, para la construcción
del Refugio “Jorge Novak, amigos de los pobres”, para las personas en
situación de calle, y también para asistir a los inundados.
Agradezco sus oraciones y sigo encomendándome. Para ustedes y sus familias:
¡FELICES PASCUAS!
Dios los bendiga y la Virgen santa los cuide
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes
Quilmes, 14 de abril de 2017.